Para Toño
Gracias Ben por tu sugerencia*
El olor a rancio impregnaba la habitación de la señora Reyes. Su enorme mole se empoltronaba en una mecedora vieja, estaba junto a la mesita de noche llena de imágenes de santos, fotos viejas y de velas encendidas.
Mamá- llamó Raquel desde el umbral de la puerta, su voz melosa ocultaba la amargura que sentía desde hacía tiempo.
Raquelita- respondió la Sra. Reyes, esta vez sin la idolatría de siempre, estaba preocupada por su hijo menor.
Raquel observó a la madre un momento, su cabello blanco levemente iluminado por la luz de las velas, el manojo de llaves atado a la cintura y el rosario en las manos; rezaba por él, lo sabía, sintió cómo el corazón se aceleró, tragó saliva, tomó aire y se acercó a la anciana tratando de disimular la repulsión que le causaba aquella habitación.
Se colocó tras de ella, tomó el peine de bebé y la peinó. Trataba de ganar tiempo, no quería apresurarse a nada, a la vieja había que agarrarla desprevenida.
¿Mamá, qué harías si un hijo tuyo saliera marico?- le preguntó sin rodeos, mirándola a los ojos, atenta a cualquier gesto suyo.
A la mujer, aquella pregunta le sorprendió, y la hirió , sembraba la duda. Miró a su hija, pálida y descubrió en sus ojos almendrados la ansiedad egoísta de quien odia. Sintió pena.
Articulando muy bien las palabras le respondió con determinación:
-¿qué voy a hacer pues?, haría lo mismito que si me saliera una hija puta y luego siguió rezando en silencio.