Leer aquella frase la desarmó, era el pasado aún latente, la piedra que rompe el cristal de lo perfecto, de la ilusión. Se imaginó aquellas palabras susurradas al oído de ella, la que fue o seguía siendo -¿quién sabe? – y un arañazo de celos le rozó el estómago, frunció los labios, entornó los ojos para leer mejor ese nombre. Maldijo por lo bajo aquel papel electrónico, no podía disfrutar rompiéndolo con sus propias manos, quemarlo, destruirlo.

Recordó una canción y su ritmo ascendente, sonrió, volvió a mirar aquella frase, miró la fotografía de él sonriéndole – ella fue- se dijo, y aquel pensamiento retumbó en su cabeza; jamás había experimentado la sensación de completa confianza, esta vez estaba totalmente segura de que estaba más cerca de él, era su presente y aquella otra tan sólo su pasado.

-Así se deben sentir las amantes, pensó, acarició suavemente sus labios, se dibujó una sonris y tomó su teléfono. Ésta vez no iba a dejarlo escapar.