Desapareciste. Lo peor no fue que me borraras de tu vida, me dolió más tu cobardía, que te escabulleras y dejaras de estar "presente".
Quizás ese motivo entaconado te haló fuerte el collarín, te obligó a hacerte el invisible, quizás; o tal vez escuchaste mi ritmo cardíaco, notaste las pupilas dilatadas, y sentiste vértigo en una de esas excursiones a mis sueños. No estás.
Ex-Príncipe encantado, dejaste de ser el latido borracho de mis noches nostálgicas, "la ola rizada en mi pecho", mi anhelo más secreto y la certeza de un "nosotros" se tambaleó en tiempo, se ahogó en el silencio, en tu silencio; en la distancia, en mi orgullo.