Regina,...

...quizás fue delgada en su juventud, pero yo la recuerdo gorda, con su vestido de tela vaporosa, mirada intimidante y voz de trueno. Imponente el negro de sus ojos, el negro de su cabello, el luto que desde siempre llevó por dentro.

Me dio tristeza imaginar su juventud, casada por interés con un hombre pícaro, al que a lo mejor, en algunos momentos amó; pero siempre vi que en su mirada se asomaba la amargura, el rencor.

No me sorprendería saber que sólo tuvo diez momentos con él. Diez momentos a los cuales nombró según el santo de día y que hoy no quieren ocuparse ella.

De esa mujer nerviosa, tacaña, sobreprotectora y acusadora que se va haciendo más niña a medida que pasan los días; a medida que el cuero se le arruga, las piernas le fallan y el cuerpo la abandona.