¿Qué si me acuerdo de aquella noche en la que espantaste al silencio preguntándome por qué habia callado de repente?

Claro que lo recuerdo, y recuerdo también que antes de tu pregunta, te hablaba -mirando al cielo estrellado- de un planeta inexistente al que le improvisé un nombre para que sonara real.

Pasábamos el puente y casi tocabamos la isla. Dibujé en mi memoria aquel instante, tu perfil al volante bajo la luz azulácea que te bañaba el rostro; me callé para contemplarte.

Te miré como a mi planeta inventado, tan mío como mis delirios pero tan intocable como las estrellas que nos veían pasar y por un breve instante, me sentí astronauta , descubriendo un pedacito más de tu galaxia.